lunes, 6 de diciembre de 2010

¡Cuánto ruido!

¿Cuántas veces hoy has escuchado a alguien centrándote realmente en lo que te ha estado diciendo? ¿Qué has aprendido de ello? ¿Cuántas veces se te ha ido la mente a otro lugar? Llevas un día ajetreado, el teléfono no para de sonar, los e-mails se cumulan, has discutido con alguien de buena mañana, tienes una reunión importante en breve, te has levantado con mal pie, te preocupa algo, lo que te cuenta esta persona no te interesa mucho, o no compartes su visión, no te gusta su forma de expresarse, te viene a la mente una experiencia que no te apetece recordar, esperabas una respuesta corta a tu pregunta y resulta que lleva 10 min dándote explicaciones… Cuando eso ocurre, lo habitual es que no queda espacio para escuchar al otro, nos estamos escuchando a nosotros mismos, y eso hace mucho ruido en la cabeza.

Lo mismo pasa en una discusión o una conversación animada, mientras el otro habla, estoy pensando en mi respuesta… independientemente de lo que está diciendo.

Solemos entender el escuchar como algo natural, algo que simplemente ocurre y en realidad le prestamos poca atención al arte de escuchar. La ética fundamental para escuchar efectivamente tiene que ver con la apertura hacia el otro, el respeto por la diferencia y la plena legitimidad de la misma, ocurre cuando dejamos de proyectar nuestra propia manera de ser en el otro. Cada vez que rechazo a otro, sea cliente, socio, compañero, empresa, cultura, país,… mi capacidad de escuchar y de aprender de él se restringe… una lástima ¿no crees?

Si hoy hay mucho ruido ¿qué te parece si bajas el sonido y escuchas de otra manera?

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