jueves, 9 de diciembre de 2010

¿Si escucho los problemas ajenos, se me pueden contagiar?

Diría que sí, por supuesto… sobre todo si los mismos vienen acompañados de una emoción “limitante” como puede ser la tristeza, el resentimiento, la resignación o la rabia por ejemplo. Todas ellas se transmiten, se nos pegan, entonces parece que el problema contado es aun más problema pues tampoco le vemos salida ni posibilidad. Se convierte en un problema real, universal, vamos, un problema de verdad. Y como no cuestionamos dicha “realidad” del problema, nos quedan 2 salidas: escucharlos o no, qué remedio.

Y con este miedo en la mente (el contagio), ocurre que a veces cuando sería importante para el otro escucharle, preferimos no hacerlo con el fin de protegernos (con toda lógica y legitimidad).

Tampoco se trata de arriesgar nuestra estabilidad emocional a todas horas, pero sí, en algún momento, saber reconocer que alguien, en este momento, necesita ser escuchado. Pensemos en los momentos en que este “otro” ha sido uno mismo, y lo bien que nos ha sentado recibir esta comprensión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario